lunes, 17 de julio de 1995

El palito de la E


El otro día le regalaron al arriba firmante una camiseta horrorosa, de juzgado de guardia. En los últimos tiempos, la proliferación de esta prenda como indumento de calle y de diario -incluso como ropa de postín- ha dado lugar a que, en lo que se refiere a ilustración, colores y modelos, uno pueda encontrar en ese registro hasta las cosas más peregrinas: referencias cultas (Serbian Umvemty), turísticas (GB: cerveza y chusma), eróticas (Follow me), políticas [Felipe, ahueca), etcétera. De todas días, mi favorita es aquella [Cono sin ñ es geometría) que le vi una vez puesta a Almudena Grandes -que rellena como nadie ese tipo de prendas-, cuando firmaba en una Feria del Libro ejemplares de su Malena es un nombre de tango.

Y justamente del palito de la Ñ y de camisetas quería hablarles. Porque la camiseta que alguien -organismo oficial, para más oprobio- ha tenido la insensatez de regalarme, lleva un círculo de estrellas como el de la Comunidad Europea y, en el centro, una E de España ornada con la tilde de la Ñ encima, supongo que saben a qué me refiero, presidencia española de la UE y demás. El ministro Solana -de cuyo club de fans soy, como saben, secretario general-presentaba hace un par de semanas la camiseta todo orgulloso, el hombre, ponderando la originalidad y la enjundia del logotipo. Dirán ustedes quizá, como el arriba firmante, que ponerle una tilde a la E de España es una gilipollez importante; y que buena está Europa para sutilezas con lo nuestro, ya trátese del palito de la Ñ o de la bisectriz de la Bernarda. Esas cosas se defienden mejor con sanciones a los bancos que siguen sustituyendo la Ñ de sus ordenadores por otros signos, o perjudicando a los fabricantes, importadores o qué sé yo, que no respeten la normativa española. Lo que pasa es que el verbo compuesto hacerse respetar se conjuga fatal en España. Por falta de práctica, supongo, y por ser incompatible con tanto tiñalpa dispuesto a llevar el botijo a quien sea, con tal de seguir amorrado al pilón.

Y es que tiene tela. Nos están dando leña hasta en el carnet de identidad. La UE y la OTAN y el lucero del alba son capaces de apoyar a Papúa Guinea antes que a España en cualquier contencioso planteado o por plantear. Aquí tenemos el patio como lo tenemos. Y todo lo que les ocurre a estos cantamañanas mireusté vestidos por Armani es hacer camisetas para promocionar la E de España con un palito. en la esperanza de que los hooligans de Manchester o los cerveceros de Hamburgo -o viceversa- tengan la agudeza de captar el doble sentido, y los impresione nuestra sutil y gallarda manera de defender lo nacional. Y es que es mucho nivel, Maribel.

En cuanto al logotipo concreto de la camiseta, que ésa es otra, me parece horroroso así, a palo seco (no sé si captan mi astuto juego de palabras, pero no voy a ser menos que el ministro Solana y sus magos del diseño). Y no sé cuánto les habrán pagado por el copyright a los creadores del asunto, pero no creo que los talentudos genios se lo hayan gastado íntegro en bragueros. Y es que bajo la cobertura oficial del diseño creativo y la estética sociata y la cultura oficial subvencionada con generosas aportaciones de dinero estatal, en este país hemos asistido durante años a un delirio de la estupidez elevada al cubo. Y uno está hasta aquí de tropezarse con analfabetos de teléfono móvil -pinchado, por supuesto- y Visa oro aplaudiendo los engendros infumables de estafadores, paniaguados y cuñados varios con más morro que un oso hormiguero, que han inundado el país, el deporte, las vallas publicitarias, las pantallas de cine, la moda, el arte, la cultura en general, con un mal gusto y una ordinariez que tiran de espaldas. O a mí, por lo menos, me tiran.

El diseño como tal no es malo, sino todo lo contrario. Pero lo que en principio es una legítima y necesaria envoltura de productos o ideas para hacerlos más atractivos -¿qué es la encuadernación de libros o la carrocería de un coche sino diseño?- ha llegado a enquistarse en sí mismo, convertido en negocio vacío de contenidos. En una especie de prisionero de Zenda secuestrado en la espiral de lo gratuito y lo absurdo, Porque, tal y como se han puesto las cosas, no importa qué mediocre mula de varas con un par de lápices de colores y un compadre en el comité, o la concejalía, o la dirección general correspondiente, puede abrumar nuestra vida con logotipos y brochazos infames que cualquier crío de diez años, con el juego de acuarelas de la señorita Pepis, habría ejecutado con más imaginación y más talento. Y además, gratis.

16 de julio de 1995

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