domingo, 4 de junio de 1995

La puntita nada más


A eso se le llama vestir a un santo y desnudar a dos. Resulta que en la primera edición del nuevo mapa de España, elaborado por el Ministerio de Administraciones Públicas para que los españoles sepamos por fin que las islas Canarias están en el Atlántico y no en el Zaire, a alguien se le olvidó incluir Ceuta y Melilla como parte del territorio nacional, dejándolas como simples municipios del norte de África. O sea, Marruecos. Así que, como era de esperar, ceutíes y melillenses han puesto el grito en el cielo, denunciando lo anticonstitucional de la chapuza y exigiendo que se repare el olvido o el error. Pero el arriba firmante tiene sus ideas al respecto, y cree que en este caso no procede hablar de error. En vista del paño que se corta en el patio de Monipodio, uno juraría por sus muertos que no se trata de olvido, sino de prudencia. Porque sí algo hay que reconocer a quienes empuñan el timón de la nave, o de lo que de ella va quedando, es una prudencia inmensa, compacta, sin poros. Una prudencia inasequible al desaliento.

Lo que, por otra parte, resulta lógico. Vivimos en un país donde la ambigüedad es siempre, y más en estos tiempos, una virtud política rentable cuando se ejerce el poder, o a él se aspira. Aquí, y a la vista está, las únicas alegrías de palmeros finos vienen cuando uno se cree impune, a la hora de meterle mano a la viruta de los fondos reservados y a la información confidencial de los compadres de la biutiful. En todo lo demás, la pumita nada más. Qué van a decir en las municipales. O en las otras. O en Washington, Bruselas, Rabat, si se nos ve el plumero, por Dios. Lo más seguro es no ir hasta el final de nada, por si las moscas. Uno llega, amaga, gallea, se hace la foto, y después se quita de en medio e intenta pasar inadvertido para los restos.

Pero las cosas como son. También es verdad que el sistema no lo inventaron los de ahora, y que en este país constan ilustres precedentes. En 1975, Arias Navarro, Pepito Solís Rute y sus compadres le regalaron el Sahara, bien atado de manos y por la cara, a Hassan II y al Departamento de Estado norteamericano. Y cuando Teodoro Obiang le dio matarile a papá Maclas y pidió una compañía de la Legión para reforzar lazos con España y de paso asegurarse la supervivencia, los diplomáticos de UCD llenaron de cagaditas el arroz diciendo, oig, cielo santo, antes morir que pecar. Que pueden llamarnos neocolonialistas en la Osnu. Y entonces los franceses, que son demócratas de aquí a Lima pero tienen sin complejos aviones y legionarios y paracaidistas en toda África, mandaron a sus primos marroquíes y se hicieron amos del cotarro. Y así nos va ahora con el amigo Teodoro, ex cadete de Zaragoza y presidente de nuestro club local de fans.

Lo demás, para qué les voy a contar. La estrategia del qué dirán, y del cómo pretendes que yo haga eso, cariño, y del no vayan a irritarse Francia, o Inglaterra, o Alemania, o Marruecos, o los sherpas himalayos, ha terminado por convertir nuestra diplomacia en el chichi de la Bernarda, capaz de tragar de todo con tal de seguir llevando el botijo en el afoto. Me juego un labio incorrupto de Ava Gardner a que, es un suponer, si en uno de esos viajes altamente operativos del grupo de contacto, los serbios nos secuestraran y estupraran, no sé, a un ministro de Exteriores, por ejemplo, siempre habría alguien capaz de ofrecer una explicación apropiada en el telediario. Lo malo es que cuando los serbios, o los canadienses, o los marroquíes, o los ingleses, o el lucero del alba, nos estupran -o como se diga- a alguien, nunca es al ministro de Exteriores, sino a pobre gente indefensa que en este país nuestro acostumbramos, demasiado a menudo, a abandonar a su suerte con una larga cambiada, Y después, cuando descubre el engaño y se cabrea, le mandan los antidisturbios a repartir estiba.

Así va a terminar corno va a terminar, barrunta uno, lo de Ceuta y Melilla; que sí no las liquidan como si se tratara de un lote en oferta de Pryca será porque la diplomacia marroquí no plantea en serio el problema o porque aquí, a mis primos, no les va a dar tiempo a vender todo el solar antes de irse. Antes se recurría al quijotismo o al interés nacional corno coartada, pero ya no quedan ni esas excusas. Por no atreverse, los hileros que desde hace doce años nos marean con los cubiletes y la borrega, ni se atrevieron a asumir el GAL ni se atrevieron a indultar a Amedo y Domínguez cuando aún podía esgrimirse la razón de Estado, que entonces aún igual colaba. Ahora, descubierto el trinque y los parneses, el argumento ya no vale, y se les ha hecho tarde. En eso, como en casi todo, son víctimas de su propia jindama.

4 de junio de 1995

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