lunes, 1 de septiembre de 1997

Budistas de pastel

Hay en las Alpujarras, o en Pamplona, o no sé dónde -igual no es uno sino que son varios- un centro budista que se ha convertido en una especie de chichi de la Bernarda en papel couché. Y cada equis tiempo una u otra revista sacan un reportaje con alguien conocido en plan místico, sentado en la postura Sisevananda número ocho, o como se llame, con mucha foto en colorín y el titular invariable «Fulanito -o Fulanita- se ha ido a vivir a un monasterio budista». El penúltimo, creo recordar, era Domingo Torroba, aquel fascinante novio, o ex novio, o lo que fuera, que tuvo Karina. Lo que da cierta idea del nivel de la cosa. Por lo general, el sujeto o la sujeta en cuestión acompañan los afotos con declaraciones del tipo «aquí he encontrado la paz que tanto anhelaba», o «aquí me he reconciliado con mi misma mismidad»; edificantes confesiones que invitan, sin duda, a la serena reflexión y al ejemplo.

Lo de menos es que luego, al leer el texto, se entere uno de que en realidad vivir, lo que se dice vivir, el antedicho o la antedicha no viven en el monasterio, sino que están pasando allí tres días de vacaciones, igual que podían habérselos tomado en un hotel de ¡Marbella. Y tampoco importa mucho el hecho insólito de que, pese al retiro espiritual y el aislamiento rural que uno imagina en este tipo de centros, en mitad de breñas, peñascos y altas cumbres de solitaria paz, los fotógrafos de la revista o la agencia de turno localicen con tanta facilidad imagino que quebrando brutalmente la armonía de su éxtasis místico- al individuo o individua en cuestión. Eso es lo de menos, insisto. Como dirían, y dicen, algunos de los interesados, eso resulta irrelevante. Incluso anecdótico. Porque lo bonito, lo realmente positivo del asunto, la jugosa almendra del mándala, o la mandorla, o como carajo se llame, viene cuando el Siddhartha en agraz explica en profundidad lo que el budismo ha aportado a su vida; y matiza que el hecho de que muchos artistas y muchos famosos como él se hayan apuntado al asunto no es una moda, no, sino una casualidad. Y sí, afirma, en efecto, el budismo aporta una filosofía a la vida que, bueno, ya saben. Es, ¿cómo diría yo? O sea. No hace falta ser famoso para practicarlo. Y no, él o ella no han estado todavía en el Tíbet; pero proyectan visitarlo en breve, para intensificar la experiencia. Sí, también han pensado ir a visitar a los refugiados del Nepal. Y a los niños de Bosnia. ¿O lo de ahora es Chechenia?

Así que me han convencido. Si, por señalar sólo tres ejemplos, Amparo Muñoz logra encontrarse a sí misma a base de Karmapa pamplonica, Penélope Cruz consigue mediante el accésit budista de su anterior etapa mística darle ahora un braguetazo al niño jinete -Gigí- del millonario Sarasola, y si Domingo Torroba consigue llenar en las Alpujarras el árido vacío espiritual en que se vio sumido tras su separación de Karina, yo también quiero ver la luz; así que voy a buscarme un monasterio a toda leche. Una vez allí, rapado y con un camisón de color azafrán, meditando por aquellas cumbres y pastos verdes sin más compañía que la vaca Milka y la Vaca que Ríe, me dedicaré a hacer el pino como en la penitencia de don Quijote. A meditar en la lentitud de los crepúsculos y a darle vueltas a la carraca recitando los nueve mil millones de Va a ser un flipe que te cagas, Manolín. Y ya estoy viendo los titulares: «Quiero ser lama, advierte Reverte»... «Aquí he encontrado mi yo y mi circunstancia»... «Nacho Cano y Richard Gere me enseñaron el camino»... «Entre la civilización y Buda, elijo a la más tetuda».,, Y etcétera. Igual hasta me salen adeptos, y formo la secta de la Perfecta Tolerancia Infinita, y nos pasamos así los días, transidos en la posición Ramachandra y mirando para Triana, y gracias a eso me hago un hombre de bien, y dejo de escribir tacos los domingos, y me regenero, y digo Girona, y voto al Pepe. O por lo menos, voto.

Y es que la luz siempre es la luz. Y por cierto, hablando de luces, y de flashes, espero que el ¡Hola" el Diez Minutos, el Semana y el Lecturas se porten como suelen y permitan, cuando los fotógrafos pasen casualmente por allí y den con mi oculto paradero, que el reportaje lo coordine Nati Abascal con viajes Gavilán o Paloma, y se me permita lucir túnicas de bonzo estilo Rappel, diseñadas por Giuliano y Piolino para El Corte Inglés.

31 de agosto de 1997

1 comentario:

Juan Cuevas Exposito dijo...

Este hombre es un fenomeno.