lunes, 16 de julio de 2001

Le toca a don Quijote


Ya podemos darnos por bien fastidiados, Sancho amigo. Las gentes que en España trajinan la cosa pública nos han asestado el ojo, so pretexto del cercano aniversario cuatrocientos años ya, -cómo pasa el tiempo- de la primera impresión, en 1605, de la novela más célebre del mundo. Y justamente por ser la más célebre, estar escrita en lengua castellana y haber tenido su autor la desgracia de nacer en España -que ya fue mala suerte-, extraño encantamiento sería que saliéramos bien librados de ésta. Ni el bálsamo de Fierabrás bastará para remediar lo que se avecina. Dirás, mi fiel escudero, que a buenas horas mangas verdes, y que a qué venir a incomodarnos en la tumba quienes nos enterraron en ella. Pero, en materia de política, de cualquier astilla se hacen lanzas; y el español es capaz de quedar tuerto con tal de que salga ciego su enemigo. Así ocurre que hasta el analfabeto que nunca pasó de firmar con una cruz, y eso con arduo esfuerzo, eche en cara de su adversario el descuido de artes y letras si de tal confrontación obtiene provecho; olvidando que cuando él o los suyos gobernaban, contribuyeron, y no poco, a reducir esas mismas artes y letras al estado lamentable en que ahora se hallan.

Tiembla pues como yo tiemblo, querido Sancho. En un país cuyas cabezas rectoras corrompen cuanto magrean con diseño faraónico de mal gusto y manipulaciones partidistas, imagina qué será de nosotros cuando empiecen los homenajes y contrahomenajes, los encomios y los denuestos; cuando el incienso de aquestos desencadene la execración de esotros. Piensa en la de dineros que caerán a los pozos sin fondo de comités y comisiones, publicaciones, folletos, conferencias, cursos varios, en parte para que los prebendados de rigor, aquellos que comen pan a manteles y maman de la ubérrima teta pública, puedan holgarse, pintar monas y atesorar. Imagina a ciertos padres conscriptos de la patria, catetos como mulas de varas, con menos letras incluso que tú, querido Sancho, a quienes los jubones de Armani y el palafrén con chófer en la puerta no bastan para borrar el pelo bajuno de la dehesa. O a ciertas diputadas que harían pasar por Beatriz Galindo, la Latina, a tu mismísima consorte Teresa Panza. Imagina, te digo, a toda esa vil gallofa pronunciando tu nombre y el mío en vano, o erigiéndose en paladines de la memoria del hidalgo manco que narró nuestras hazañas. Imagina cómo quedaremos de aborrecidos tú y yo, amigo Sancho, tras pasar por sus viles manos y su retórica. Hay que joderse. Se me llagan las hidalgas asaduras sólo de pensarlo.

Y es que lo veo venir. Si lo nuestro sólo fuera a conmemorarse en Francia o en Inglaterra, todavía podríamos confiarnos. Pero en este país de etiquetas y demagogos sopladores de gaita llamado España, bastará que unos planteen el homenaje para que otros lo califiquen, según de dónde provenga, de negra reacción fascista o de mear fuera del tiesto socialista. Ya los oíste reír el otro día en el ágora, cuando salió el tema. Sin olvidar que las diversas pluralidades multiplurales que forman los simpáticos pueblos y tierras de esta casa de lenocinio considerarán que celebrar el cuarto centenario del Quijote, obra escrita en castellano, o español, que osan decir en América, sería una agresión a las honras nacionales periféricas; una provocación más de esta lengua opresiva y reaccionaria que nos creó a ti y a mí, que tanto daño ha hecho al mundo, y que es -nadie se explica cómo- absurdamente hablada por cuatrocientos millones de seres humanos. Y claro, para no ofender, los responsables de la celebración cervantina procurarán cogerse la minga con papel de fumar, como suelen. Y, para que no se diga que no son más demócratas que la leche, harán cuanto puedan por equilibrar la balanza, porque en el término medio -cero grados: ni frío ni calor- está la virtud. Así, junto a los elogios, luminarias y fastos, se potenciarán, para compensar, públicas polémicas y opiniones adversas, inversas, conversas y hasta perversas. Destacados intelectuales podrán manifestarse a favor o en contra, los tertulianos de radio tomarán eruditas cartas en el asunto, y no me cabe duda de que surgirán numerosas propuestas alternativas, ciclos y cursillos y publicaciones sobre apasionantes aspectos inéditos de la cosa, con títulos como «Cervantes, intelectual orgánico», por ejemplo, o «Espadas en alto (El antivasquismo español en los episodios del vizcaíno». Tampoco faltarán obras imprescindibles como «Don Quijote y Sancho salen del armario», «Un best-seller sin futuro», «Don Quijote, héroe franquista» -lúcido ensayo del crítico de El País Ignacio Echevarría-, o la inevitable «Guía CAMPSA de las ventas y castillos del Quijote», prologada -por amor al arte- por don Camilo José Cela. Etcétera. Reconoce que acojona, amigo Sancho. La que se nos viene encima.

15 de julio de 2001

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